Spanish text with audio Level B2
Download: PDF
Entre el 12 y el 14 de abril de 1931 tuvo lugar uno de los hechos fundamentales en la historia contemporánea de España: la caída de la Monarquía borbónica, que encarnaba Alfonso XIII, y la simultánea proclamación de la II República. Nacida en medio de una inmensa alegría popular, la República recogía los anhelos de regeneración y el ansia de democracia de buena parte de los españoles de la época.
Los gobernantes republicanos recibieron un amplio respaldo en las primeras elecciones parlamentarias. Con este apoyo, parecían en condiciones de poner en marcha o acelerar muchos de los procesos de modernización política y socioeconómica por los que venían clamando desde hacía décadas las mentes más lúcidas del país. Se hacía necesaria una reforma del sistema representativo, que terminara con las lacras del caciquismo y consolidara un sistema de partidos de masas. Era preciso lograr un nuevo modelo de Administración civil y militar, que dotara al Estado de mayor eficacia y que, al mismo tiempo, lo descentralizara, abriendo paso a procesos de regionalización y autogobierno.
Para acabar con las condiciones angustiosas de gran parte de la población asalariada era necesario contar con un nuevo marco de relaciones laborales; una reforma agraria debería satisfacer las demandas del campesinado y facilitar la racionalización de la agricultura. Por último, España debería afrontar un profundo proceso de secularización que pusiera fin al tradicional contubernio entre la Iglesia Católica y el Estado Monárquico.
Probablemente, el mayor logro de la etapa republicana sea el conjunto de reformas introducidas con respecto a la legislación sociolaboral y el principal protagonista de esta reforma fue Francisco Largo Caballero, dirigente socialista, quien estuvo al frente del Ministerio de Trabajo y Previsión social durante el primer bienio republicano entre 1931 y 1933. La regulación del derecho de huelga, el seguro de maternidad, el de accidente de trabajo o la obligatoriedad y la universalización de los seguros sociales se integran en este paquete legislativo, en parte, continuando una labor reformista que ya se había iniciado durante la dictadura de Primo de Rivera.
Sin embargo, la labor de los gobernantes republicanos tuvo que hacer frente a la reacción de muchos sectores hostiles. Los grupos más conservadores opusieron una feroz resistencia a la modernización y a la apertura política. La Iglesia Católica y los sectores monárquicos clamaron por la vuelta al orden anterior a la instauración de la República.
Por otro lado, el deseo de parte de la izquierda de realizar una revolución social, política y económica condujo a un clima social cada vez más deteriorado y conflictivo. Especialmente activos fueron los movimientos anarquistas como el complot de Ramón Franco en 1931 o las sucesivas huelgas revolucionarias y levantamientos. Éstas fueron reprimidas expeditivamente por unos gobiernos republicanos desbordados.
La matanza de Casas Viejas, la represión militar de la huelga de mineros en Asturias y León se cuentan entre los episodios más sombríos del periodo.
El deterioro de la convivencia y la radicalización de las posiciones ideológicas, cada vez más enfrentadas, provocan un clima político y social irrespirable. La profunda división que sufre España favorece el pronunciamiento militar del 18 de julio de 1936. Éste triunfa en muchas capitales de provincia, pero no en las grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao donde la conspiración fue frenada por la decisiva actuación de las autoridades y la oposición de buena parte de la población civil.
El fracaso de la sublevación militar contra la República pensada y proyectada como un golpe rápido para derribar el gobierno del Frente Popular e instalar una dictadura devino en una cruenta guerra civil que duró 32 meses. La guerra pronto se convirtió en un asunto internacional: armas y hombres llegaron a España en ayuda de los dos bandos de forma desigual. La efervescencia del momento político internacional convirtió a la Guerra Civil española en la antesala de la inmediata II Guerra Mundial.
La contienda fue larga, cruel, atroz. Entre el verano de 1936 y la primavera de 1939, España estuvo dividida en dos zonas irreconciliables. Los combates y la represión fueron brutales, abriendo una herida que aún tardará mucho tiempo en cicatrizar. La victoria final de las tropas sublevadas dejó como saldo miles de víctimas y empujó a muchos españoles hacia el exilio. En adelante se instalará en el país una dictadura represiva a cuya cabeza estará el General Franco.
Second Republic and Civil War
Between April 12 and 14, 1931, one of the pivotal events in contemporary Spanish history took place: the fall of the Bourbon monarchy, represented by Alfonso XIII, and the simultaneous proclamation of the Second Republic. Born amidst immense popular joy, the Republic embodied the aspirations for regeneration and the desire for democracy of a significant portion of the Spanish population at the time.
The Republican leaders received broad support in the initial parliamentary elections. With this backing, they seemed poised to initiate or accelerate many of the political and socioeconomic modernization processes advocated by the country’s brightest minds for decades. A reform of the representative system was needed to eliminate the ills of caciquismo (local political bossism) and establish a mass party system. A new model for civil and military administration was required to make the state more effective and, at the same time, decentralize it, allowing for regionalization and self-governance.
To improve the dire conditions of much of the salaried population, a new framework for labor relations was necessary. Agrarian reform should meet the demands of the rural population and rationalize agriculture. Lastly, Spain needed to undergo a profound process of secularization to end the traditional alliance between the Catholic Church and the Monarchic State.
Arguably, the most significant achievement of the Republican era was the set of reforms introduced regarding socio-labor legislation, with the main protagonist of this reform being Francisco Largo Caballero, a socialist leader who served as Minister of Labor and Social Welfare during the first Republican biennium between 1931 and 1933. Regulations related to the right to strike, maternity benefits, workplace accident insurance, and the mandatory universalization of social insurance were part of this legislative package, partly continuing the reformist work that had already begun during Primo de Rivera’s dictatorship.
However, the work of the Republican rulers had to contend with opposition from various hostile sectors. The most conservative groups fiercely resisted modernization and political openness. The Catholic Church and monarchist factions called for a return to the order that existed prior to the establishment of the Republic.
On the other hand, the desire of part of the left for a social, political, and economic revolution led to an increasingly deteriorating and conflict-ridden social climate. Anarchist movements, like Ramón Franco’s plot in 1931, and subsequent revolutionary strikes and uprisings, were particularly active. These were promptly repressed by overwhelmed Republican governments.
The Casas Viejas massacre and the military repression of the miners’ strike in Asturias and León are among the darkest episodes of the period.
The breakdown of coexistence and the radicalization of ideological positions, which became increasingly polarized, created an unbearable political and social climate. Spain’s deep division favored the military uprising on July 18, 1936. It succeeded in many provincial capitals but not in major cities like Madrid, Barcelona, Valencia, and Bilbao, where the conspiracy was thwarted by the decisive action of the authorities and the opposition of a significant portion of the civilian population.
The failure of the military uprising against the Republic, which was initially planned to be a quick coup to overthrow the Popular Front government and establish a dictatorship, resulted in a bloody civil war that lasted for 32 months. The war quickly became an international matter, with arms and men arriving in Spain to aid both sides unevenly. The political climate at the time turned the Spanish Civil War into a precursor to the imminent World War II.
The conflict was long, cruel, and atrocious. From the summer of 1936 to the spring of 1939, Spain was divided into two irreconcilable zones. The fighting and repression were brutal, leaving a wound that would take a long time to heal. The final victory of the rebel forces resulted in thousands of victims and pushed many Spaniards into exile. Subsequently, a repressive dictatorship led by General Franco was established in the country.