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México es un país de tradiciones y una de ellas es el albur. ¿Y qué es esto? Es un juego de palabras que se mezclan para molestar a otro y dejarlo en ridículo frente a los demás. ¿Una vez no entendiste lo que te dijo un mexicano, pero los demás sí y se rieron de ti? ¡Seguro que fuiste víctima del albur! Aquí tratamos de explicarte un poco más en qué consiste esta particular forma de hablar que ha hecho famosa a los mexicanos. Y, de paso, te ayudamos para que la próxima vez, ¡sí estés preparado!
Jorge es mexicano y vive en el Distrito Federal. Una de sus pasiones, además del fútbol, es “alburear”. “Lo hago desde los 12 años o tal vez un poco antes”, explica. Todo partió en la escuela y en la calle cuando bromeaba aprovechando la inocencia de un amigo. “Gracias a la práctica fui ganando la experiencia y el respeto de mis compañeros”, relata orgulloso.
Como muchos otros mexicanos, Jorge es amante del albur, un juego de palabras típico de la Ciudad de México y de algunos otros estados del país. ¿En qué consiste? Se basa en el doble sentido, donde las frases dichas toman otro significado y usualmente con un sentido sexual. Esta tradición no se limita solo a la comunicación oral pues puede incluir ademanes, gestos, expresiones gráficas e incluso sonoras como el silbido. Todo dicho pícaramente y en clave.
El albur es una “pelea verbal” donde se pretende ofender a alguien delante de todos y dónde el único que no entiende lo que se dijo, suele ser la propia “víctima”. Y más cuando esta víctima es de otro lugar de México o de otro país: “Llevo algunos años viviendo en México y me han albureado varias veces”, cuenta María José Herrera de 27 años, chilena residente en el DF. “A veces lo noto cuando los demás se ríen con disimulo y yo no entiendo el por qué. Y ha pasado varias veces cuando se enteran de donde soy. Aquí el nombre de mi país hace referencia, en lenguaje vulgar, al órgano sexual masculino”, aclara.
La práctica hace al maestro
También José Luis Rodríguez (36), de Costa Rica, comenta su experiencia con esta práctica: “Al principio no entendía cuando me ‘albureaban’. Ahora tampoco, ja, ja, ja (ríe). Pero a veces me doy cuenta cuando en la conversación de pronto el que está hablándome, tiene una sonrisa medio misteriosa y lo que dice, lo hace con otras palabras, como si estuviera hablando en clave. Casi siempre tiene una connotación sexual”.
Realmente es muy difícil para un extranjero poder entender y saber cuando “lo están albureando”, ya que si con suerte se logra entender bien a un mexicano con sus modismos, se hace aún más complicado a la hora de entender que se es la “víctima” de este juego.
Según algunos mexicanos, el albur es “más sabroso” cuando recae en alguien que no nació en la capital. “Es el hecho de alburear internacionalmente. Es saber que esto no solo se lo puedes hacer a un mexicano y lo mejor es que el extranjero nunca, o casi nunca, se va a dar cuenta que está siendo albureado. Al menos, en sus primeros meses en México”, comenta Fauno Kodama, estudiante mexicano amante del albur.
Aunque el albur también es practicado en otros países latinos, es específicamente en la Ciudad de México y sus alrededores donde su popularidad sigue intacta a lo largo de los años. Especialmente, el albur se da en barrios capitalinos populares como Lagunilla, Iztapalapa o Tepito, donde llega a tal punto el gusto por esta actividad que incluso se organizan torneos para buscar cada año al “Master del albur”.
En estos campeonatos se reúnen los máximos albureros que demuestran todo su arsenal de “picardía verbal” en contra de sus adversarios.
Las reglas son simples: pierde quien se ha quedado en silencio, sin posibilidad de responder algún certero golpe alburero.
Ya que México es considerado y reconocido ampliamente como un país machista, la sorpresa de muchos es evidente cuando saben que el primer lugar del podio del “Rey del albur” es de una mujer: Lourdes Ruiz. Ella atiende de lunes a lunes un puesto callejero de ropa para niño en el mercado de Tepito, uno de los barrios más antiguos de la Ciudad de México, y presume el título de campeona del albur desde 1997.
Lourdes ha declarado a varios medios de prensa y revistas del país azteca, que el albur más que un juego es una actividad que fomenta la habilidad mental. “Es como un ajedrez que se rige por dos reglas: la primera, no utilizar malas palabras y la segunda, nunca quedarse callado, adelantarse a lo que te van a contestar.”
Hasta la fecha no hay quién le gane a Lourdes en los torneos de albures del barrio de Tepito. Tal es su conocimiento de esta disciplina que imparte talleres de albures allí y en otros lugares. Ella defiende esta práctica diciendo que no es un simple juego de palabras: “Un insulto, hasta el más inocente lo entiende. Pero un buen albur, no”.
Todos lo practican
Para muchos, el albur es necesario en la ideosincrasia mexicana. Según Jorge es raro conocer a alguien que no haya dicho un albur por más pequeño que sea. “Siempre está presente, en todas las conversaciones, lo queramos o no. La mayoría de las veces no se saca a relucir, por no incomodar la situación”.
Los albures se dan igual por en grandes y chicos y pueden ser directos, agresivos, sutiles o vulgares, dependiendo mucho de quien los diga y su ingenio al decirlo.
Este juego de palabras no ha estado alejado de la literatura mexicana. Varios escritores le dedican sus palabras a esta curiosa práctica social. Por ejemplo, el renombrado autor Octavio Paz, quien dice que los albures vienen a representar un juego de palabras ofensivo pero de manera creativa. “Las frases son disfrazadas de humor y están llenas de carga sexual en el que al final uno de los dos participantes queda sin palabras para contestar al albur y prácticamente el ganador termina ‘chingando’ a su víctima”, ha señalado.
No sólo se ha traspasado de boca en boca esta habilidad. El escritor mexicano Armando Jiménez, publicó el libro “Picardía mexicana”, el cual se sigue editando luego de su primera edición en 1958. Según expertos en el tema, es una de las mejores recopilaciones del albur en el habla popular de la Ciudad de México.
Si quieres ser un experto en albur, no dudes en conseguir este libro. Sin embargo, de algo sí están todos seguros: un buen alburero solo se hace en la calles del centro de la capital mexicana.
¡Cuidado con el albur!
La ideosincrasia mexicana es única y muy variada. Desde tiempos inmemoriales se tiene conocimiento de practicar este juego de palabras llamado albur. Nos debemos remontar a la época prehispánica, ya que los pueblos originarios “nahuas” tenían una especie de género musical donde el significado de sus canciones tenía doble sentido y una sugerencia bastante sexual.
A esto se le conocía como “cantos de cosquilleo”. A la llegada de los españoles en la época de la conquista, la combinación de esta tradición con el idioma español fue lo que generó lo que se conoce hoy en día como el albur. El albur suele estar lleno de metáforas. Es mucho más que un juego de palabras: es parte de las esencia del mexicano y de su forma de ver la vida.
Un buen albur es como un respiro para algunos y una bocanada de humo denso para otros. ¿Cómo reconocerlo? El alburero te hablará a veces distinto, con palabras cortadas o que rimen, buscando cambiar el sentido a la conversación casi siempre hacia un tono sexual. Todo para demostrar al público presente, quien es el más “chingón”, o más alburero del lugar.
The art of alburear
Mexico is a country of traditions, and one of them is “albur.” And what is this? It’s a wordplay game where words are mixed to tease and ridicule someone in front of others. Have you ever been unable to understand what a Mexican was saying, but others did, and they laughed at you? You were probably a victim of “albur”! Here, we’ll try to explain a bit more about this unique way of speaking that has made Mexicans famous. And, in the process, we’ll help you be prepared next time!
Jorge is Mexican and lives in Mexico City. Besides his passion for football, he enjoys “alburear,” or playing with words. “I’ve been doing it since I was 12, or maybe even earlier,” he explains. It started in school and on the streets when he used to tease his friends, taking advantage of their innocence. “Thanks to practice, I gained experience and the respect of my peers,” he proudly recounts.
Like many other Mexicans, Jorge loves “albur,” a wordplay game typical of Mexico City and some other states in the country. So what’s it all about? It’s based on double entendres, where spoken phrases take on another meaning, usually with a sexual connotation. This tradition isn’t limited to oral communication; it can also include gestures, facial expressions, and even sounds like whistling. All of it said with a bit of playful naughtiness and in code.
“Albur” is like a verbal duel where the aim is to offend someone in front of everyone, and the only one who doesn’t understand what was said is often the “victim.” This is especially true when the victim comes from another part of Mexico or another country. “I’ve been living in Mexico for a few years, and I’ve been ‘albureada’ several times,” says 27-year-old María José Herrera, a Chilean living in Mexico City. “Sometimes I notice it when others subtly laugh, and I don’t understand why. It has happened several times when people find out where I’m from. In vulgar language, the name of my country refers to the male reproductive organ,” she explains.
Practice makes perfect.
José Luis Rodríguez (36) from Costa Rica also shares his experience with this practice: “At first, I didn’t understand when they ‘albureaban’ me. And even now, I often don’t (laughs). But sometimes, I realize that in the conversation, suddenly the person talking to me has a somewhat mysterious smile and what they say uses different words, as if they’re speaking in code. It almost always has a sexual connotation.”
For foreigners, it’s quite challenging to understand and realize when they are being “albureado.” Even if you can communicate well with Mexicans and understand their colloquialisms, it’s still difficult to know when you’re the “victim” of this game.
According to some Mexicans, “albur” is even more fun when the target isn’t from the capital. It’s the act of “albureando” internationally. It’s knowing that you can do this not only to a Mexican, and the best part is that foreigners rarely, if ever, realize they are being “albureado,” at least during their first months in Mexico, says Fauno Kodama, a Mexican student and an “albur” enthusiast.
While “albur” is practiced in other Latin American countries as well, its popularity remains strongest in Mexico City and its surrounding areas throughout the years. In certain neighborhoods like Lagunilla, Iztapalapa, or Tepito, the enthusiasm for this activity is so high that tournaments are organized each year to find the “Master of ‘albur’.”
In these competitions, the greatest “albureros” gather to display their full array of “verbal mischief” against their opponents. The rules are simple: the loser is the one who remains silent with no chance to respond to an adept “albur.”
Despite Mexico being widely recognized as a machismo culture, many are surprised when they learn that the “Rey del Albur” (King of ‘albur’) is a woman. Lourdes Ruiz, who has been champion of ‘albur’ since 1997, runs a street market stall selling children’s clothing in Tepito, one of the oldest neighborhoods in Mexico City.
Lourdes has told several Mexican newspapers and magazines that ‘albur’ is more than just a wordplay game; it promotes mental agility. “It’s like chess governed by two rules: first, don’t use bad words, and second, never stay silent, always anticipate what they’re going to say.”
To date, no one has beaten Lourdes in the ‘albur’ tournaments in the Tepito neighborhood. Such is her knowledge of this discipline that she even conducts ‘albur’ workshops there and in other places. She defends this practice by saying that it’s not just a game of words: “An insult, even the most innocent one, is understood by everyone. But a good ‘albur’ isn’t.”
Everyone practices it.
For many, “albur” is ingrained in Mexican culture. It’s always present, in all conversations, whether you like it or not, says Jorge. Albures can be given by both young and old, and they can be direct, aggressive, subtle, or vulgar, depending on the person saying them and their cleverness.
This wordplay game hasn’t been far from Mexican literature either. Several writers have dedicated their words to this curious social practice. Renowned author Octavio Paz, for instance, says that “albures” represent a creative but offensive wordplay. “The phrases are disguised as humor and are loaded with sexual connotations, where one of the two participants often ends up without words to respond to the ‘albur’ and the winner essentially ‘dominates’ their victim,” he notes.
Not only has this skill been passed down through word of mouth; Mexican writer Armando Jiménez published the book “Picardía Mexicana,” which continues to be reprinted since its first edition in 1958. According to experts, it’s one of the best compilations of “albur” in the everyday speech of Mexico City.
If you want to become an “albur” expert, don’t hesitate to get this book. But everyone is sure about one thing: a good “albur” master is truly forged on the streets of the Mexican capital.
Beware of “albur”!