Text in Spanish with audio “Dictadura Franquista”

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La cruenta Guerra Civil que asoló el país entre 1936 y 1939, dio paso a una de las peores etapas de la Historia de España en el siglo XX. Los años siguientes, la inmediata postguerra, fueron un periodo de fuerte represión y sufrimiento, de débil producción económica y de enorme escasez de alimentos.

La total victoria de Franco, dio un poder absoluto a una dictadura muy represiva y durante muchos años dispuesta a mantener la distinción entre vencedores y vencidos, y a construir un régimen autoritario basado en una política autárquica.

La mayor oposición inicial a la dictadura, provino de grupos aislados de resistencia, fundamentalmente rurales. Los guerrilleros vertebraron un auténtico movimiento de resistencia antifascista, que sobrevivió más de una década al fin de la Guerra Civil. La represión franquista fue extremadamente dura. El destino de la mayoría de ellos fue la ejecución sumaria o la aplicación de la llamada Ley de fugas, una ejecución de los detenidos alegando que intentaban escapar.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la política del régimen se orientó hacia los poderes del Eje, fundamentalmente Alemania e Italia, quienes habían colaborado en su victoria. La política internacional de Franco, apostó fuerte por el Eje, y aunque España nunca entró directamente en la guerra, esta decisión fue mucho más responsabilidad de Hitler, que no aceptó el precio exigido por Franco, que de el Caudillo. La victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial dejó al régimen franquista aislado en un contexto internacional hostil.

A partir de 1.945 comienza una tímida apertura. Un primer cambio necesario para poder sobrevivir en la posguerra de la demócrata Europa Occidental. Desde esa fecha, la política económica se hizo algo más moderada, casi se acabaron las ejecuciones políticas y la represión se atenuó. Algunas acciones del régimen permiten rastrear las primeras huellas de la España contemporánea, como la decisión de restaurar la monarquía en el futuro y la entrada del príncipe Juan Carlos en España. Además las políticas cultural y educativa, así como la vida religiosa, tienden progresivamente a liberalizarse. Por último, en lo económico, las reformas de 1.959 acaban con la autarquía, y suponen el comienzo de una nueva etapa en la que las autoridades pierden miedo al mercado.

El nuevo contexto político y económico va a producir una profunda transformación social y cultural. En la década de los 60, España se convierte con gran rapidez en una sociedad de consumo, urbana, secularizada y con mayores recursos educativos. También se asiste a la inserción del país en Occidente en el contexto de la Guerra Fría en el que el anticomunismo del régimen de Franco se adecúa bien a los fines norteamericanos. En lo interior se asiste a la profesionalización de la administración que permitirá una progresiva separación entre Estado y Gobierno. Por otro lado, la oposición al régimen comienza a fortalecerse. Los partidos políticos, desde la clandestinidad, planean ya el post-franquismo, al tiempo que los movimientos sociales se hacen cada vez más intensos.

La muerte de Franco en 1.975 es el punto final de la dictadura y el comienzo de la transición a la democracia. La dificultad del momento estribaba en que no existían modelos próximos en los que basarse. La memoria de la Guerra Civil como catástrofe que era preciso evitar fue, sin duda, un factor de primera importancia que ayudó a encontrar un consenso en torno a las posiciones políticas más centradas.

El camino hacia la democracia es lento pero firme. En septiembre de 1.976 aprueba su proyecto de reforma política que habrá de preparar las primeras elecciones a Cortes. Dos meses más tarde la Ley de Reforma Política obtendría el apoyo mayoritario de los españoles vía referéndum. Aprobada la ley en febrero de 1.977 desaparecen las principales restricciones para la legalización de los partidos políticos.

Todos, excepto el Partido Comunista de España que lo hará más tarde, pasan a la legalidad. El país respiraba nuevos aires de libertad, los exiliados volvían a casa, las mujeres reivindicaban la igualdad, y el ejército perdía protagonismo. La sociedad civil se organizaba hambrienta de derechos. Sin embargo, el camino hacia la libertad no es fácil. En los primeros meses de 1.977 la extrema derecha y el terrorismo ponen en peligro la transición.

Por fin se celebran los comicios el 15 de junio, iniciando España uno de los capítulos más trascendentales de su historia reciente. 19 meses después de la muerte del dictador Francisco Franco, unos 35 millones de votantes acudían a las urnas para participar en las primeras elecciones libres desde la Guerra Civil. El resultado de las urnas dio como vencedor a la UCD de Suárez. Le siguieron el PSOE de Felipe González, el Partido Comunista de España de Carrillo, la Alianza Popular de Fraga, además de otros partidos. El camino hacia la normalidad democrática ya estaba trazado, aunque aún habían de sortearse importantes dificultades.

El momento de mayor peligro para la joven democracia se produjo en febrero de 1.981. Aunque durante la transición ya se había planteado en varias ocasiones la posibilidad de que se produjera un golpe militar, la dimisión el mes anterior del presidente Adolfo Suárez favoreció el clima conspirador al sumir en una manifiesta inestabilidad. Mientras tenía lugar la segunda votación en el Congreso para la investidura del sucesor de Suárez, Calvo Sotelo, en la tarde del 23 de febrero de 1.981, tuvo lugar un intento de golpe de estado en el que participaron fuerzas de la Guardia Civil y del ejército. Sin embargo, la contundente respuesta institucional y popular frustró el golpe. En adelante, el pueblo español había elegido un único camino: el de la democracia.

Franco Dictatorship

The brutal Civil War that ravaged the country between 1936 and 1939 led to one of the worst periods in the history of Spain in the 20th century. The immediate post-war years were a time of intense repression and suffering, weak economic production, and severe food shortages.

Franco’s total victory granted absolute power to a highly repressive dictatorship that, for many years, aimed to maintain the distinction between victors and vanquished and build an authoritarian regime based on autarkic policies.

The most significant initial opposition to the dictatorship came from isolated resistance groups, mainly in rural areas. The guerrillas formed a true antifascist resistance movement that survived for more than a decade after the end of the Civil War. Franco’s repression was extremely harsh, with most of them facing summary execution or being killed under the “Ley de Fugas,” a law that justified executing detainees for attempting to escape.

During World War II, the regime’s foreign policy was oriented towards the Axis powers, mainly Germany and Italy, who had assisted Franco in his victory. Franco’s international policy leaned towards the Axis powers, and although Spain never directly entered the war, this decision was largely influenced by Hitler’s rejection of the price demanded by Franco, rather than Franco himself. The Allied victory in World War II left the Francoist regime isolated in a hostile international environment.

From 1945, a timid opening began, which was necessary for surviving in the post-war era in democratic Western Europe. Since then, economic policies became more moderate, political executions nearly ceased, and repression diminished. Some actions within the regime allowed the first traces of contemporary Spain to emerge, such as the decision to restore the monarchy in the future and the arrival of Prince Juan Carlos in Spain. Additionally, cultural, educational policies, and religious life gradually began to liberalize. Economically, the 1959 reforms marked the end of autarky and the beginning of a new era in which authorities became less afraid of the market.

The new political and economic context led to a profound social and cultural transformation. In the 1960s, Spain rapidly evolved into a consumer society, urbanized, secularized, and with improved educational resources. Spain also joined the Western world in the context of the Cold War, where Franco’s anti-communism aligned with American objectives. The administration became more professional, allowing a gradual separation between the state and the government. Opposition to the regime began to strengthen, with political parties planning for the post-Franco era from underground, while social movements became more intense.

Franco’s death in 1975 marked the end of the dictatorship and the beginning of the transition to democracy. The challenge was that there were no nearby models to follow. The memory of the Civil War as a catastrophic event to be avoided was a significant factor that helped achieve a consensus on more centrist political positions.

The path to democracy was slow but steady. In September 1976, they approved a political reform project that would prepare for the first parliamentary elections. Two months later, the Political Reform Act would obtain the majority of Spaniards’ support through a referendum. After the law was passed in February 1977, the main restrictions on the legalization of political parties were lifted.

All political parties, except the Communist Party of Spain, which would be legalized later, came into legality. The country breathed a new air of freedom; exiles returned home; women demanded equality, and the military lost prominence. Civil society organized itself in pursuit of rights. However, the path to freedom was not easy. In the first months of 1977, far-right extremism and terrorism posed threats to the transition.

Finally, the elections were held on June 15, initiating one of the most momentous chapters in recent Spanish history. Nineteen months after the death of dictator Francisco Franco, about 35 million voters went to the polls to participate in the first free elections since the Civil War. The UCD of Suárez emerged as the winner, followed by Felipe González’s PSOE, Carrillo’s Communist Party of Spain, Fraga’s Alianza Popular, and other parties. The path to democratic normalcy was clear, though significant difficulties still needed to be overcome.

The most dangerous moment for the young democracy occurred in February 1981. Although the possibility of a military coup had been considered several times during the transition, the resignation of President Adolfo Suárez in the previous month had intensified the conspiratorial climate due to manifest instability. While the second vote in Congress for the inauguration of Suárez’s successor, Calvo Sotelo, was taking place on the afternoon of February 23, 1981, there was an attempted coup involving the Guardia Civil and the army. However, a forceful institutional and popular response thwarted the coup. From then on, the Spanish people had chosen a single path: democracy.

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